Motricidad fina: al sostener el cascabel con los dedos, se ejercita la prensión y el control de movimientos precisos.
Coordinación óculomanual: el niño observa el cascabel mientras lo hace sonar, relacionando movimiento y efecto auditivo.
Motricidad gruesa: al sacudirlo con fuerza o mover los brazos y el cuerpo al ritmo del sonido, estimula la coordinación de movimientos amplios.
Regulación motriz: aprender a mover el cascabel más rápido o más lento favorece el control del gesto y la conciencia del propio movimiento.
Estimulación sensorial: combina estímulos táctiles (textura y vibración) y auditivos (sonido) que enriquecen la exploración.